El ala rota

En la campaña electoral de 2012, Hollande se presentaba a sí mismo como «el enemigo de las finanzas». Dos años después, los recortes presupuestarios alcanzan los 50 mil millones de euros (cifra récord) y la política económica se dirige según la oferta, es decir, en favor de las empresas. El fin de semana pasado, el gabinete formado hace cinco meses luego de la derrota electoral municipal presentó su renuncia: el presidente no le aceptó la dimisión a su primer ministro, Valls, uno de los paladines de los recortes y el ajuste, pero sí a las figuras del ala izquierda del PS, quienes calificaban a la austeridad como «aberración económica, un absurdo financiero y un siniestro político”

 

La crisis al interior del PS francés y sus aliados no es nueva. La ruptura de Hollande con el ala izquierda del PS corona una trayectoria de gobierno marcada por la contradicción entre las promesas electorales y las posteriores políticas implementadas, ya que si las proclamas se basaban en lograr un «capitalismo cooperativo» y hacer que los ciudadanos «de a pie» no pagaran las consecuencias de una crisis económica y financiera que ellos no habían generado, en la práctica sucedió todo lo contrario. El camino de ruptura con los sectores más progresistas comenzó poco después de la victoria en mayo de 2012,  primero con el alejamiento del Frente de Izquierda de Mélenchon, luego con la eliminación de los ecologistas del gobierno, más tarde con la deslegitimación de los senadores de izquierda del PS y, finalmente, con la salida del gabinete de sectores del ala progresista.

Esta salida se produce, según el primer ministro Valls, porque parte del gabinete ha  «traspasado una línea amarilla» por sus críticas a la política económica y de ajuste del gobierno. A lo que hace referencia Valls, cuya renuncia no fue aceptada y ya se le ha encargado la conformación de un nuevo gabinete «coherente con las orientaciones», es a las declaraciones del ahora ex ministro de Economía Montebourg, quién en un reportaje a Le Monde, sostuvo que era preciso dejar de lado “la reducción del déficit”, ya que «es una aberración económica, un absurdo financiero y un siniestro político”, además de ser necesaria una verdadera discusión al liderazgo europeo de Alemania y empezar a dejar atrás recetas que condujeron a la austeridad y a la recesión. 

Montebourg no es el único representante del ala izquierda que ya tiene salida. El hasta ayer ministro de Educación Benoit Hamon se sumó a las criticas en una entrevista en el diario Le Parisen, en donde sostuvo que «las políticas de austeridad no funcionan, son absurdas. Es la causa de la prolongación de la crisis económica. Europa es el único lugar del mundo que no salió de la crisis por las obstinadas decisiones de sus Estados miembros y autoridades». Además, agregó que «la austeridad no funciona pero además es injusta. Nos olvidamos de las clases populares que no son responsable de esta crisis y las echamos en los brazos de los partidos extremistas».

La socialdemocracia de Hollande y Valls es un tanto especial. Con una línea muy poco flexible, orientada al mercado, con rigor presupuestario, verticalista y sin lugar para los disensos, las declaraciones de ambos ministros hacían sumamente esperable una ruptura del gabinete y su posterior salida del gobierno. Tanto Montebourg como Hamon fueron tachados de «irresponsables» y de no notar que la «izquierda está en peligro». Dejando de la lado las consideraciones sobre estos personajes, no se puede dejar de observar el cinismo de la acusación: quienes dicen «salvar» a la izquierda pretenden hacerlo convirtiéndola en una cáscara vacía, trocando remedio por enfermedad, dándole la espalda a un electorado que se había ilusionado con retóricas incendiarias contra el euroliberalismo y el régimen de las finanzas.

@slafroscia

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