Vietnam, japón, las Coreas son también focos de conflicto permanente en el Lejano Oriente. Estados Unidos y su papel indirecto en los conflictos que acechan al gigante chino.
Por Arístides Hegoburu (@pungol_)
El conflicto desatado el 22 de septiembre en Hong Kong entre activistas y el Gobierno Autónomo de esta región administrativa especial de China, enturbia todavía un poco más el escenario político del sudeste asiático en lo que es un cóctel de conflictos territoriales, protestas de lo que parecen ser ciudadanos autoconvocados y viejos odios ancestrales. Y como siempre el Dios todopoderoso del globo terráqueo tiene la nariz metida en todos y cada uno de los conflictos que están sucediendo en esa parte del mundo en la que está su gran cuco: China.
Las protestas en Hong Kong comenzaron por la medida que tomó el Gobierno Central de Pekín de proponer a los candidatos que se van a elegir en las próximas elecciones generales en 2017. La historia política de esta ciudad-isla está marcada a fuego por 155 años de dominación británica que se hizo con su control luego de haber ganado las guerras del opio a China. El exponencial crecimiento hongkonés derivó de las reformas económicas que realizó Deng Xiaoping a partir de 1978 que permitieron a esta entonces colonia británica afianzarse como centro financiero y puerto chino.
Ahora la situación es diferente. China logró la devolución de sus territorios de Hong Kong y Macao (isla-casino que dominaban los portugueses) bajo el lema de “Un país. Dos sistemas” en 1997 que permitía grados superiores de autonomía con respecto a las demás regiones continentales. También es cierto que China ya no necesita tanto a Hong Kong dado que ya tiene en puertos y centros financieros de relevancia (Pekin, Shangai y Guangzhou), pero estratégicamente sigue siendo una ciudad importante para el país.
Las protestas que suceden hoy reclaman algo que fue sistemáticamente negado por el gobierno colonial británico como la votación de las autoridades locales que eran puestas a dedo desde Londres. Ayer, en conferencia de prensa desde Washington, el Secretario de Estado de EEUU, John Kerry, y el Ministro de Exteriores chino, Wang Yi, se refirieron a las protestas. Se vieron las ganas estadounidenses de una agudización del conflicto (“China sabe que apoyamos el sufragio universal en Hong Kong”, aunque no dijeron nada mientras gobernaba Su Majestad) y la férrea defensa china de su soberanía y manejo de sus asuntos internos.
La región atraviesa momentos de gran tensión y la sombra del Tío Sam está metida en todos los conflictos. En Hong Kong se sospecha que los organizadores de las manifestaciones pertenecen al Hong Kong America Center donde supuestamente diplomáticos del consulado norteamericano impartieron clases de acciones de protesta y negociación.
Vietnam atraviesa un diferendo territorial con China por las islas Paracelso y Spratly donde el gigante asiático realizó prospecciones petroleras que enfurecieron a su vecino. EEUU, en silencio, levantó un embargo de armas que mantenía sobre Vietnam desde 1984 por, como siempre, no respetar los derechos humanos. Japón está enfrentado a China por las islas Senkaku (o Diaoyutai para los chinos) y la tensión militar también está en alza. La particularidad es que los japoneses tienen prohibida la guerra por su propia constitución que fue creada por los norteamericanos después de la Segunda Guerra Mundial. En este caso, EEUU se hace cargo de la defensa de su principal aliado en el Pacífico asiático y mantiene varias bases en el archipiélago.
El Lejano Oriente está en un momento de confrontación inminente y los bandos están bien claros: China contra todos los aliados de EEUU. El imparable crecimiento chino parece ser una realidad que los halcones planean frenar con guerras o revoluciones ciudadanas como las que triunfaron en la Primavera árabe (que terminaron en manos de radicales islamistas) o las revoluciones de colores en Ucrania y Georgia que buscaron apuntalar la influencia rusa en la región del Cáucaso.